Por Fernando MartÃnez Heredia
Campo militar o sitio de labranzas y ganado, centro del comercio o jurisdicción administrativa, en la bonanza o en la ruina, el destino de cada comunidad en la Cuba colonial era ajeno a su voluntad. El colonialismo, ese crimen mayor a escala planetaria cometido por la expansión del sistema capitalista, mandaba en todo, desde la invocación eclesiástica oficial que precedÃa al nombre de la ciudad de Bayamo hasta las limitaciones o prohibiciones que se aplicaban a los individuos de castas consideradas inferiores.
Como todo orden de dominación, el colonialismo tiene sus leyes. Una colonia no tiene historia propia, sus nativos son eternos niños, sus recursos pertenecen a la metrópoli, que puede esquilmarla, imponerle los tributos que desee e implantar las formas más salvajes de explotación en ella. Esto último sucedió en Cuba con la esclavitud masiva del siglo XIX, un millón de personas traÃdas en ochenta años. Sobre la explotación más despiadada de su trabajo y la opresión y humillación permanentes se levantó la colosal riqueza de la colonia de Cuba.
Asà era gobernada Bayamo, como todo el paÃs. Pero una lenta y dilatada acumulación de rasgos especÃficos estaba formando en la isla una comunidad que podÃa llegar a ser nacional. Sin embargo, ella no era suficiente por sà sola. Diferentes acciones y formas de resistencia de los hijos del paÃs le fueron añadiendo a la identidad naciente un costado de negación del dominio y del derecho del otro, que se volvÃa extranjero en la medida en el que el criollo se volvÃa cubano. El abuso, la represión y la soberbia condujeron al rechazo y el rencor, pero eso tampoco era suficiente. Tuvo que aparecer la necesidad de rebeldÃa, y con ella la de darle organización y sentido. Esos dos rasgos convirtieron al prófugo, al campesino pobre, al bandolero y al apalencado, unidos al señor criollo local ofendido, dÃscolo y conspirador, es decir, a sectores y gentes nunca antes reunidos, en los sujetos que se unieron para una empresa común, nunca antes vista. Hace ciento cincuenta años, el oriente de Cuba hervÃa en desobediencias, y cientos de personas estaban al margen de la ley. Pero faltaba la conversión de la subversión o el motÃn en una rebeldÃa detonada con un fin preciso, que convirtiera la actuación en falange combativa y la pasión en ideales expresos. Faltaba la revolución.
Aunque fuera doctor en leyes y propietario de fábrica con esclavos, hombre culto, buen jinete y amigo del arte, Carlos Manuel de Céspedes era un colono más. Su carácter firme y sus ideas avanzadas lo hicieron lÃder local de conspiradores, uno entre los posibles directores. Pero su determinación personal era superior, y en la hora singular supo comenzar a labrar su grandeza. Él pronunció la primera frase de la leyenda mambisa: «España nos parece grande porque la miramos de rodillas. Levantémonos».
El 10 de octubre de 1868, Céspedes inauguró la polÃtica revolucionaria cubana y llamó al pueblo a pelear, con la misma campana, por la libertad y por la justicia. Aquella acción destrozó los imposibles y creó una nueva realidad. En esos diez dÃas que van de La Demajagua a la toma de Bayamo, Céspedes abrió la brecha para que insurgiera el pueblo, y para que todo el que ansiaba ser rebelde pudiera convertirse en soldado y en ciudadano, en revolucionario.
Después que acontecen, los grandes eventos históricos se pueden enunciar fácilmente, y hasta pueden parecer fáciles al pensamiento pequeño, el que cree que siempre sucede solamente lo que debe suceder. O al que cree que esos acontecimientos deben sujetarse a un esquema, a camisas de fuerza de la Historia manejadas por doctores incapaces de cometer ninguna locura. Al pie mismo de unos hechos en lugar remoto, el adolescente habanero José MartÃ, que ya conoce bastante de imposibles, sabe que lo que sucede en Bayamo parece un sueño. Por eso escribe: «No es un sueño, es verdad. Grito de guerra / lanza el cubano pueblo enfurecido / el pueblo que tres siglos ha sufrido / cuanto de negro la opresión encierra». A MartÃ, tan lejos y tan pobre, lo iluminaba la luz de Yara, porque en tiempos de revolución la luz no se propaga de manera uniforme. Y una semana después de la quema gloriosa de esta ciudad por los revolucionarios, el joven escribe la frase que será definitoria para toda la época que apenas se inicia: «O Yara o Madrid».
Céspedes liberó a sus esclavos la primera mañana, pero la justicia tuvo que abrirse paso frente a los obstáculos provenientes de su propio campo. La independencia y la abolición tuvieron que fundirse en un solo propósito, y la libertad personal y la ciudadana, reunidas, asumir la forma de gobierno republicana. Los revolucionarios tuvieron que volverse superiores a ellos mismos, y no solo a sus circunstancias. La guerra fue la fragua tremenda en la que se lograron los prodigios necesarios, y ella se alimentó con los sacrificios, el heroÃsmo y la constancia de muchos miles de hombres y mujeres.
Dar la vida, pasar hambre y escasez de todo, combatir, todas las formas de la entrega y el altruismo se hicieron cotidianas. La bandera de la estrella solitaria se volvió sagrada, y la marcha, el campamento, el héroe, el amado y la amada, la jornada de sangre y de muerte, se expresaron en canciones. Cuando todo se condensó para sobrevivir, escoger lo vital y ganar fuerzas, el himno de Bayamo se quedó en ocho versos guerreros que invitan a pelear, retan a la muerte necesaria y prometen vida eterna. Próceres y pobres de todos los colores aprendieron que era la revolución la que le daba probabilidades de éxito a sus luchas y sus anhelos más sentidos. Y lograron sentirse hermanos mientras compartÃan todas las vicisitudes. En la guerra revolucionaria nació la identidad nacional cubana, con su contenido y objetivos populares.
La historia ha sido nuestra maestra, y en esta región nos dio sus primeras lecciones. Más de ochenta años después, buscando en aquella gesta fuerzas para asaltar el futuro, los niños cantaban, poco antes de arrancarse los juegos de un tirón: «que Bayamo fue un sol refulgente / donde puso el cubano valiente / muy en alto el pendón tricolor». Y en La historia me absolverá, el joven rebelde Fidel reivindicaba el abolengo patriótico de Oriente, donde, decÃa: «se respira todavÃa el aire de la epopeya gloriosa» y «cada dÃa parece que va a ser otra vez el de Yara o el de Baire».
El discurso de Fidel en el centenario del 10 de Octubre, en La Demajagua, es una pieza maestra para la comprensión de nuestra historia. Escojo una de sus tesis y lo cito:
«Si una revolución en 1868 para llamarse revolución tenÃa que comenzar por dar libertad a los esclavos, una revolución en 1959, si querÃa tener el derecho a llamarse revolución, tenÃa como cuestión elemental la obligación (…) de liberar a la sociedad del monopolio de una riqueza en virtud de la cual una minorÃa explotaba al hombre (…) Suprimir y erradicar la explotación del hombre por el hombre era suprimir el derecho de la propiedad sobre aquellos bienes, (…) sobre aquellos medios de vida que pertenecen y deben pertenecer a toda la sociedad».
La historia sigue siendo maestra, pero ahora trae consigo una gigantesca cultura de liberación acumulada. De Céspedes a Fidel hemos crecido y aprendido tanto, que ya nunca más podrá engañarnos el capitalismo, y frente a cualquier ropaje con que se presente sabemos desnudarlo y barrerlo. Y nuestra patria ha crecido tanto, que lo que fue Yara hoy es Cuba, y Cuba es mucho más que una isla liberada.
El antagonista en el mundo actual también es mucho más grande y poderoso, cuenta con inmensos recursos materiales y una cultura ubicua, muy capaz e incluso atractiva, que es su arma principal en esta fase de su guerra contra Cuba. Pero es el mismo enemigo de que este paÃs pudiera ser independiente desde hace doscientos años, el mismo que truncó la gran revolución libertadora hace 118 años e impuso su dominio neocolonial, el que ha hecho todo lo que ha podido contra este pueblo desde 1959, el águila rapaz, grande en el crimen y en la inmoralidad. Aspira a debilitarnos y dividirnos, a reclutar cómplices y acabar con la sociedad que hemos creado entre todos y con la soberanÃa nacional.
El desafÃo, entonces, es del mismo carácter que cuando era o Yara o Madrid, y la disyuntiva vuelve a ser tajante. Ahora es: o Cuba o Washington.
Y en el recuento de los que ya estamos acostumbrados a pelear juntos forma en las filas la luz de Yara, y se reúnen en Bayamo, sitio sagrado de la patria, las artes y las ideas, los homenajes y los sentimientos, el clarÃn que llama y la decisión revolucionaria. La canción mayor en la voz de todos, el himno en la voz del pueblo. Y como faro y guÃa, la bandera del triángulo rojo y la estrella solitaria.
´´Lecciones de nuestra historia maestra que está prohibido olvidar´´ es el tÃtulo de mi ´´comentario´´ en cubadebate a propósito de su artÃculo O Cuba o Washington profesor Heredia
1868-1878- La población, las haciendas, la ganaderÃa y un gran número de establecimientos productivos, fueron devastados por una década de cruentas contiendas que no condujeron a la realización de las quimeras revolucionarias del 68. La sagrada madre, como la llamo martÃ, no pudo parir el sueño de la libertad para los cubanos, muchos patriotas dignos no transigieron en el empeño y proclamaron su protesta en los mangos del Baragua, otros, en el Zanjón, pactaron con la desidia, y con los inicuos perdones otorgados por el opresor, se dedicaron a la egocéntrica misión de reconstruir la economÃa de sus antiguos emporios coloniales. 1878-1895- En el periodo comprendido entre 1878 y 1895 se alcanzó parte de la´´ prosperidad
1878-1895- En el periodo comprendido entre 1878 y 1895 se alcanzó parte de la´´ prosperidad´´ de antaño, pero ni el espejismo de una insÃpida recuperación, ni la quimera abolicionista de 1886, cambiaron un ápice la situación ignominiosa del sometimiento al colonialismo e- En el periodo comprendido entre 1878 y 1895 se alcanzó parte de la´´ prosperidad´´ de antaño, pero ni el espejismo de una insÃpida recuperación, ni la quimera abolicionista de 1886, cambiaron un ápice la situación ignominiosa del sometimiento al colonialismo español, los pobres fueron más pobres, los antiguos esclavos abandonados a su suerte, y ni los cubanos más ricos, se sentÃan conformes con las migajas autonómicas que España les habÃan canjeado a cambio de la firma del pacto del zanjón. Los clarines insurrectos preludiaban los sonidos de al combate, MartÃ, que ya estaba todos los dÃas a punto de dar su vida por su paÃs, convocaba a la guerra necesaria.
1895-intervencion y ocupación imperial-Conscientes de que en la región occidental era donde se librarÃa el Ayacucho cubano, Gómez y Maceo concentran todos sus esfuerzos en la tea incendiaria y de aniquilación al enemigo, ocasionándole duros golpes al ejército español. Pero nuevamente, el caudillismo, el racismo, el oportunismo, y el anexionismo, sembraron la división en las filas cubanas,´´ facilitando´ ´, o solicitando, el auxilio intervencionista de las garras apetentes del naciente imperio , que Martà habÃa profetizado y que trato de impedir a tiempo con la libertad de cuba.
1959-2016- ´´La historia sigue siendo maestra, pero ahora trae consigo una gigantesca cultura de liberación acumulada. De Céspedes a Fidel hemos crecido y aprendido tanto, que ya nunca más podrá engañarnos el capitalismo, y frente a cualquier ropaje con que se presente sabemos desnudarlo y barrerlo. Y nuestra patria ha crecido tanto, que lo que fue Yara hoy es Cuba, y Cuba es mucho más que una isla liberada´´. Aferrarnos a la historia y a la gloria que se ha vivido, es lo que final y únicamente nos absolverá de las garras apetentes, trasvertidas e imperiales.