Por Francisco Forteza
Contra viento y marea existe un sÃmbolo de Estados Unidos, incluso turÃstico, que permanece en Cuba, el escritor Ernest Hemingway, de vida tempestuosa, quien llegó por vez primera a la isla hace 90 años. Hemingway “es un hombre del turismo cubano, asà se le consideró en vida y ahora aún está presente su estirpe de aventurero o de simple ser humano capaz de escoger los mejores lugares”, afirmó un artÃculo publicado en la prensa local dándole a la figura del escritor un perfil peculiar. Todos los historiadores del escritor nacido el 29 de julio de 1899 coinciden en que arribó por primera vez a la isla en 1928.
TenÃa 29 años de edad. El dÃa de arribo fue el 1 de abril de 1928, a las 22.50 hora local, “durante una noche nublada y de horizonte brumoso”, narró hoy el artÃculo emitido por la agencia Prensa Latina y publicado por otros medios. No fue hasta 1940, sin embargo, que no se afincó de una manera más definitiva en Cuba cuando compró la Finca VigÃa, en las afueras de La Habana, donde vivió hasta que se fue para siempre en 1960, tras participar en un torneo de pesca junto al entonces primer ministro, Fidel Castro.
El perÃodo de la vida que Hemingway pasó en este paÃs se ha analizado exhaustivamente no tanto para conocer lo que como para descubrir las razones por las cuales “se vinculó afectivamente” a los cubanos. La opinión del artÃculo es que Hemingway fue “un hombre casi tan cubano como estadounidense, comentan entendidos, pues esta afirmación aparece marcada con una huella perenne entre rincones maravillosos de Cuba”.
Describió además la ruta turÃstica del Premio Nobel de Literatura en 1954 mediante los lugares que frecuentaba como la Habana Vieja, el Hotel Ambos Mundos, el Bar-Restaurante Floridita, Las Terrazas de CojÃmar, la CervecerÃa Hatuey (complejo actual de lugares y salones), la Marina Hemingway, Finca VigÃa y cayos Mégano y Coco, casi todos pilares del turismo nacional.
“El llamado Dios de Bronce de la Literatura norteamericana separó para sà espacios con mucho carácter, en el que se reunÃa con amigos, conversaba, bebÃa o escribÃa”, subrayó la nota.
Otra publicación local tocó también la clave turÃstica de la larga estancia del escritor en Cuba, sin dejar de pensar en las turbulentas relaciones entre el paÃs en que nació y este.
“Los cubanos lo recordamos cercano. A cada rato se nos presenta como una imagen que no podemos borrar. No importa que sea tras el sabroso choteo (broma Ndr) de Más vampiros en La Habana (dibujo animado Ndr) en una estatua acodada a la barra del Floridita, donde dicen que tomaba su daiquirÃ; o como leitmotiv en la aclamada pelÃcula de Fernando Pérez, Hello Hemingway”, según estimó la página digital Cubahora.
“Quién sabe qué hubiera dicho si hubiera sabido que serÃa el causante de que tantas personas se enamorasen de Cuba como él lo hizo, o de que fuera puente entre voluntades y personas que habitan dos paÃses antagónicos. Quizá le hubiera divertido, siendo tan irreverente como era. A lo mejor le hubiera complacido”, subrayó la autora.